Monday, February 9, 2015

Cicatrices


Nuestras cicatrices tienen el poder de recordarnos quiénes fuimos. Volviendo a ver una breve escena de El Dragón Rojo, la película original sobre Hannibal Lecter (sí, también me gustan ese tipo de películas), escuché a Anthony Hopkins pronunciar esa frase y me recordó el significado simbólico que tienen las cicatrices.

¿Quién no tiene cicatrices? ¿El cuerpo de qué persona —aparte del de un bebé— no tiene mancha alguna? ¿Quién puede decir que la vida que ha vivido no le ha dejado cicatrices en la psique, en el corazón y en el alma? Aunque Lecter/Hopkins se refería a las cicatrices que el personaje de Edward Norton había acumulado —a muchos niveles diferentes— hacia el final de la película, la frase también se aplica, obviamente, al personaje de Joseph Fiennes, que quedó marcado tan brutalmente por las horribles experiencias vividas durante su infancia.

¿Pero qué es realmente una cicatriz? Es una marca que queda en alguna parte cuando se ha producido una herida. Por tanto, las cicatrices implican heridas, y las heridas implican dolor. Y cuando miramos a nuestras cicatrices físicas, nos recuerdan un acontecimiento que tuvo lugar en algún momento del pasado y que provocó que se formara la cicatriz. Pero hay muchas cicatrices físicas que ya no nos causan dolor ni provocan que nos centremos en recuerdos dolorosos con tan solo mirarlas. Hay un inconveniente, sin embargo: la piel donde es visible la cicatriz ya no está inmaculada. Algo en su apariencia ha cambiado, y de ahí la cicatriz.

Nuestras cicatrices emocionales, psicológicas o espirituales son un tanto distintas. No podemos verlas con sólo mirarlas. A veces, la única manera que tenemos de saber que están ahí es mediante la ausencia de algo. Las personas que tienen escaso contacto con sus emociones, por ejemplo, tienen cicatrices en lo más profundo. No se ve piel arrugada, pero las consecuencias de las heridas... la disfunción de la expresión emocional. Cicatrices como estas podrían compararse a la cicatriz que deja la amputación de un miembro. Se puede adquirir una prótesis, el cuerpo puede aprender a usarla y se puede establecer de nuevo una amplitud de movimientos prácticamente normal. Con las cicatrices emocionales esto también es posible... siempre que la persona que se haga consciente de sus cicatrices por la ausencia de otra cosa esté dispuesta a aprender a usar la prótesis con el fin de recuperar un rango de movimientos normal... en este caso, que esté dispuesta a aprender cómo volver a conectar con las emociones con el fin de recuperar una amplitud de sentimientos normal.

¿Te asusta esto? ¡No cabe duda! ¿Hay que ser valiente para embarcarse en semejante empresa? ¡No cabe duda! ¿Es fácil? ¡En absoluto! ¿Requiere práctica y constancia? ¡Sin lugar a dudas! ¿Ser consciente de uno mismo es un prerrequisito? ¡Sí! ¿Proporcionará libertad interior y crecimiento interior? ¡Claro que sí!

¿La vida es posible sin ello? Desde luego. Pero la amplitud de movimientos será tan limitada que la persona con cicatrices tendrá la apariencia de un mutilado.

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